Por: Cielo Rodríguez López
(Docente IE Livio Reginaldo Fischione de Riohacha)
Reconocer y argumentar la importancia de la cultura en la conformación de la personalidad es no sólo una necesidad sino requisito fundamental para explicar la diversidad humana. A medida que se captan las diferencias culturales se reconoce la gran creatividad del hombre para encontrar distintas formas apropiadas de su entorno y, lo que es más importante al comprnder la relatividad cultural no hay lugar a la imposición de pautas o valores ajenos al contexto propio de cada individuo.
Quien desconoce las otras agrupaciones culturales, por su misma ignorancia intenta dominarlas irrespetando los valores propios de la comunidad, siendo su resultado las diversas formas de imposición del poder, lo cual conlleva casi siempre a la desaparición de las culturas que las padecen. Esto último ocurre generalmente en procesos como: genocidios, etnocidio, y formas diferentes de aculturación, que en la mayoría de los casos van en detrimento de la sociedad como un todo.
Dentro de este contexto cultural, el estudiante o la estudiante deben ser vistos como un sujeto cuya posibilidad primordial es la de ser cultos, pero al mismo tiempo al apropiarse de su cultura la rehace. Entendemos que en el proceso de la vida el o la estudiante son sujetos activos de su propia conformación. En este sentido no se puede afirmar que el joven o la joven sean repetidores, ni receptores pasivos; por el contrario como sujetos activos, son básicamente creadores y legítimos portadores de las creencias y valores de su grupo.
Una de las características más importantes del ser humano es su necesidad de interacción, no sólo con otros sujetos sino con su ambiente físico. Este le da la posibilidad de transformar tanto su mundo material como el social y el cultural, convirtiéndose de esta manera en autogestor de su cosmovisión. En este punto es de recalcar algo de suma importancia y prerrogativa del ser humano: su poder de comunicar, de escuchar y ser escuchado, de aceptar y ser aceptado, de convencer y ser convencido.
Este poder de comunicación le ha permitido construir la sociedad, y es precisamente el carácter impersonal del mismo el que lo ha llevado a crear diferentes instituciones que de alguna manera garanticen su supervivencia como especie.
(Docente IE Livio Reginaldo Fischione de Riohacha)
Reconocer y argumentar la importancia de la cultura en la conformación de la personalidad es no sólo una necesidad sino requisito fundamental para explicar la diversidad humana. A medida que se captan las diferencias culturales se reconoce la gran creatividad del hombre para encontrar distintas formas apropiadas de su entorno y, lo que es más importante al comprnder la relatividad cultural no hay lugar a la imposición de pautas o valores ajenos al contexto propio de cada individuo.
Quien desconoce las otras agrupaciones culturales, por su misma ignorancia intenta dominarlas irrespetando los valores propios de la comunidad, siendo su resultado las diversas formas de imposición del poder, lo cual conlleva casi siempre a la desaparición de las culturas que las padecen. Esto último ocurre generalmente en procesos como: genocidios, etnocidio, y formas diferentes de aculturación, que en la mayoría de los casos van en detrimento de la sociedad como un todo.
Dentro de este contexto cultural, el estudiante o la estudiante deben ser vistos como un sujeto cuya posibilidad primordial es la de ser cultos, pero al mismo tiempo al apropiarse de su cultura la rehace. Entendemos que en el proceso de la vida el o la estudiante son sujetos activos de su propia conformación. En este sentido no se puede afirmar que el joven o la joven sean repetidores, ni receptores pasivos; por el contrario como sujetos activos, son básicamente creadores y legítimos portadores de las creencias y valores de su grupo.
Una de las características más importantes del ser humano es su necesidad de interacción, no sólo con otros sujetos sino con su ambiente físico. Este le da la posibilidad de transformar tanto su mundo material como el social y el cultural, convirtiéndose de esta manera en autogestor de su cosmovisión. En este punto es de recalcar algo de suma importancia y prerrogativa del ser humano: su poder de comunicar, de escuchar y ser escuchado, de aceptar y ser aceptado, de convencer y ser convencido.
Este poder de comunicación le ha permitido construir la sociedad, y es precisamente el carácter impersonal del mismo el que lo ha llevado a crear diferentes instituciones que de alguna manera garanticen su supervivencia como especie.
A este respecto, en nuestra cultura son particularmente importantes las instituciones cuya finalidad es la formación de niños, niñas y jóvenes en los patrones socio-culturales particulares en su momento histórico: me refiero a la familia y el colegio donde, fundamentalmente y durante un lapso de tiempo más o menos prolongado el niño, niña y joven tienen la posibilidad de interactuar socialmente. Sus padres y sus maestros son los adultos más próximos y por ende de quien reciben más influencia.
En este proceso de socialización la cultura y la sociedad juegan un papel relevante sobre todo en términos normativos: ¿A que deben jugar los varones? ¿Cómo deben relacionarse los maestros y los alumnos? ¿De qué se puede hablar de acuerdo con la edad?
En este proceso de socialización la cultura y la sociedad juegan un papel relevante sobre todo en términos normativos: ¿A que deben jugar los varones? ¿Cómo deben relacionarse los maestros y los alumnos? ¿De qué se puede hablar de acuerdo con la edad?
Entre otros, son todos interrogantes a los cuales responde en forma normativa la sociedad, y no siempre de manera explícita. Así por ejemplo, la autoridad, el afecto, las diferentes formas de disciplina, en definitiva las relaciones que asume el poder, están legitimados en razón a su normatividad.
Esto explica en parte el carácter conservador de la institución educativa en el sentido de la conservación de normas y valores independientemente de un mundo en sucesivas transformaciones.
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