jueves, 22 de noviembre de 2007

CÓMO SOBREVIVIR A LAS REUNIONES

Las reuniones siguen gozando, increíblemente y contra toda lógica, de buena prensa en las organizaciones. La gente les rinde culto porque en ellas, supuestamente, se tratan los problemas, se resuelven dudas, se buscan soluciones y se encuentra la felicidad. Y la gloria, dirían sus apologistas. Sin embargo, detrás de todos estos anuncios favorables hay algo mas, sobre lo cual guardan silencio inexplicable no solo los medios de comunicación sino los altos ejecutivos de las empresas; los empleados de nivel medio; los líderes comunitarios y toda persona a quien alguna vez en la vida le ha correspondido el turno de someterse a una tortura de dos tres cuatro o cinco horas a la cual llaman con el llamativo y maquillado nombre de “reunión”. No se trata de que las reuniones no sirvan para nada. No señor, ni may faltaba que alguien cometa el atrevimiento de hacer semejante afirmación. Las reuniones sirven para muchos fines: para perder el tiempo, para conversar de todos los temas del mundo; para encontrar a los amigos a quienes hace tiempo no vemos; para dibujar mamarrachos en las hojas en blanco gratuitas que nos reparten; para hacernos los entendidos tomando la palabra una y otra vez; para conocer las enfermedades, las dificultades, los trances, conflictos y apuros de quienes no pudieron llegar a tiempo o no llegaron nunca. Y finalmente una reunión, lo que se dice una “buena reunión”, es decir , de esas que comienzan una hora después de lo previsto y que termina cinco horas después, en el mejor de los casos, sirve para perder mucho dinero. Si no lo cree calcule cuanto cuesta, en promedio, una hora del tiempo de cada uno de los concurrentes y multiplíquelo por el total de la asistencia y luego por el tiempo en que estuvieron reunidos. A la cifra anterior súmele los gastos de transporte, refrigerios, electricidad y otras erogaciones y tendremos como resultado una cantidad de dinero que bien pudo haberse invertido en propósitos may nobles que hablar paja durante jornadas interminables. Pero mucha atención: si usted es un simple mortal perteneciente a esa secta privilegiada de la especie humana que todavía goza de un empleo, o al menos pertenece a un grupo en donde tiene la suficiente simpatía como para ser invitado habitual a reuniones, es muy posible que con cierta frecuencia se vea en la necesidad de someterse al martirio de pasar una buena parte de su vida asistiendo a reuniones en las que no quiere y definitivamente no le interesa estar. Usted, querido amigo, reciba con afecto este consejo: no se deje sancionar ni regañar. En la vida no se puede dar papaya y menos cuando se trata de asuntos laborales. Así que, resígnese, despídase de sus otros planes, de su trabajo serio, de sus compromisos verdaderos y asista obediente y sumisamente a su reunión. Sin embargo, a.C. entre nos, sin que se entere nadie may, quiero darle una buena noticia: el sufrimiento no es ineludible. Por lo menos no lo será si sigue las siguientes instrucciones:1. Nunca llegue puntual. Normalmente quienes convocan a reuniones no están interesados en comenzarlas a tiempo. Axial que, no se afane, tómese su tiempo para sus otras actividades y preséntese, cuando menos, con media hora de retraso. Si otros idiotas no se le han adelantado, usted será el primero en llegar.2. Lleve suficiente papel para que dibuje mamarrachos y garrapatee frases que solo usted entiende. Con esto logrará dos objetivos: por una parte creerán que usted está muy concentrado en la reunión y, por la otra, le quedará a usted un buen material probatorio para cuando vaya a escribir un artículo sobre la inutilidad de las reuniones.3. Ponga su teléfono móvil en silencio para que no pase por la vergüenza de cortarle la inspiración a quien esté haciendo uso de la palabra. Pero no lo apague: aproveche para mandar mensajes de textos. Y si no tiene a quién enviarle mensajes, mándeselos a usted mismo. Así tendrá un bonito recuerdo de la temporada.4. Participe con frecuencia aunque no tenga la menor idea del tema. De esta manera usted dará la impresión de que es una persona comprometida con la organización y, sobre todo, con quienes lo han invitado. Además usted contribuirá de manera talentosa a prolongar la reunión y se ganará el aplauso de las mayorías. El único inconveniente de esta estrategia consiste en que en el futuro le van a llover nuevas invitaciones a un buen número de reuniones.5. Nunca se le ocurra pedir una mayor agilidad en el desarrollo de las discusiones. Cualquiera podría argumentar que usted desea evitar o tratar superficialmente las sustanciales cuestiones de las cuales depende el futuro del país y de la humanidad.6. Cuando el debate se encuentre empantanado usted puede ganarse el derecho a ingresar a la galería de la fama e inmortalizarse por sus propuestas inteligentes: sugiera la creación de un comité. No le aseguro que de esta manera salgan definitivamente del atolladero pero logrará dos cosas: convertir un problema pequeño en un problema gigante y crear la necesidad de nuevas reuniones.7. Vuelva a tocar temas sobre los cuales se ha hablado lo suficiente. Esta es una buena forma de reanimar una reunión cuando se encuentra a punto de terminar.8. Insinúe, con toda la seriedad del mundo, que dada la importancia de los temas tratados y “el poco tiempo” (solo seis horas) que se ha tenido para hacer los estudios, los análisis y las discusiones, es necesario continuar las deliberaciones en horas de la tarde o al día siguiente según sea el caso. No de su brazo a torcer: si usted se rinde en este tema podría estar renunciando a la gloria.9. Felicite a los organizadores de la reunión y hágales saber que éstas deben hacerse con may frecuencia. Al terminar la reunión, póngase serio de nuevo. Recoja sus cosas con cuidado (procure que no se le queden los mamarrachos y las hojas en que ha escrito frases como “maldita reunión” o “¿a qué hora se irá a terminar esta farsa?”, “¿Por qué el desgraciado de mi jefe habla tanto?”. Encomiéndese a su Creador y pida con devoción que se acaben pronto en el mundo todas las formas de tortura. Incluso aquellas que parecen inofensivas. Como las reuniones, por ejemplo.
POR: Alejandro Rutto Martínez
aruttom@misena.edu.co
cel. 300 8055526

jueves, 8 de noviembre de 2007

TRES AÑOS DESPUÉS

Dios me ha dado el don de servicio, según dicen mis amigos y las personas con las que diariamente trato en todos los ámbitos de mi cotidianidad. Y, por lo que dicen otros, tengo también el don de hospedador. A mi casa son bienvenidos los amigos, los familiares y, por supuesto, los amigos de mis amigos y los familiares de mis familiares.
Cuando tenemos huéspedes estamos de fiesta. Normalmente nuestros visitantes son personas amables, atentas y muy respetuosas. Sin embargo, de vez en cuando llega alguien como la señora aquella que viene a mi casa un día y no tarda mucho en comenzar a sojuzgarnos con sus reglas. Me regaña como si fuera un niño, por cualquier motivo, por todo y lo mismo hace con mis hijos. Se queja por que el agua está demasiado caliente o muy fría y critica todo: la decoración, la pintura, la calidad de la comida y cualquier movimiento de los niños. También se apoderaba del televisor y no permite que nadie vea su programa preferido, excepto ella.
Cuando conversaba con otras personas daba pésimas referencias de mí y de mi familia. La mayoría de las veces se iba de la casa en medio de una rabieta y amenazando con no volver nunca más. Pero al poco tiempo regresaba y comenzaba de nuevo con sus imposiciones y terquedades. Cuando era la hora de comer invariablemente reprochaba la calidad de los alimentos y se quejaba por la cantidad de lo que le servían.
Mientras ella estaba no se podía usar el teléfono y hacía observaciones permanentes sobre los gastos de la casa, como si el dinero fuera de ella. Además, tenía una forma apegada un tanto a la antigua para corregir a los chicos y, a pesar de que éstos eran muy traviesos, se comportaban como unos angelitos mientras la señora les mantenía la vista encima. A pesar de sus setenta y dos años conservaba una fortaleza enorme y su mirada, sus gestos y su voz invitaban al respeto.
Es justo reconocer en ella sus palabras amorosas, su cariño, su sacrificio y el gran amor por los suyos. Parecía de hierro cuando se trataba de aplicar la disciplina pero era una santa a la hora de dar amor. Un día, se fue de la casa. Lo hizo sin rencores y sin resentimientos. Antes de marcharse nos encomendó a Dios, nos echó la bendición, nos dijo cuánto nos amaba y, cuando dijo adiós para no volver más, nos dejó sumidos en la más profunda tristeza. De eso hace tres años. Cuánto he extrañado a mi madre desde entonces.

JAIDER CURIEL: A TRABAJAR POR RIOHACHA


Ha concluido la campaña política y Riohacha tiene un nuevo alcalde en el cual cifra sus esperanzas para que la conduzca al desarrollo hasta ahora esquivo y casi imposible. Son tantas las razones por las cuales Riohacha debería estar en condiciones bien distintas a las actuales:
En primer lugar cuenta con diversas actividades económicas que incluyen su floreciente comercio, sus hoteles y restaurantes, sus numerosas entidades bancarias, sus empresas de servicios, su producción agropecuaria y sus pequeñas y medianas empresas dedicadas a las más disímiles áreas de la producción.
En segundo lugar es la capital de un departamento dotado de abundantes recursos de todo tipo. Su condición de capital le permite albergar al gobierno departamental y las oficinas principales de entidades estatales. Cuando alguien piensa en alguna división político administrativa lo primero en que se piensa es en su ciudad capital y para el caso de la Guajira ese privilegio recae precisamente en nuestra amada Riohacha.
En tercer lugar la nuestra es una ciudad en donde se inició buena parte de la historia de Colombia. Riohacha fue fundada en los tiempos en que Colombia se encontraba en su infancia como país. Por eso los surcos de la historia nacional en todas sus etapas pasan por esta tierra en donde los europeos convivieron por años con los negros y los indios y en donde hoy convivimos armónicamente y en una mezcla infinita, los descendientes de esos tres grupos raciales que logran una fusión indisoluble en la música vallenata con la participación del tambor africano, la guacharaca indígena y el acordeón del viejo mundo. Como si lo anterior fuera poco, de las entrañas de la tierra nacieron el almirante José Prudencio padilla y el Negro Robles.
En cuarto lugar tenemos a Riohacha como uno de los destinos turísticos más apetecidos del país y como puerta de entrada al mundo mágico, maravilloso y exótico de la Guajira. Miles de colombianos incluyen en su proyecto de vida el plan de visitar alguna vez la tierra de Francisco el Hombre, de Úrsula Iguarán, del semidesierto inefable, de las rancherías con sabor a tierra y olor a pueblo. En fin…la Guajira que aman y desean visitar nuestros compatriotas y cuya puerta de acceso es el aeropuerto de su capital.
En fin, por las razones anteriores pero también por muchas otras que sería imposible enumerar, Riohacha merece un mejor un futuro distinto al presente incierto por el que atraviesa. Y los riohacheros, en su libre ejercicio de electores decidieron por mayoría ungir al eminente médico Jaider Curiel Choles como la persona que regirá sus destinos durante el próximo cuatrienio. Serán cuarenta y ocho meses, 1.461 días, 35.064 horas para atender los viejos y enquistados problemas de los cuales la ciudadanía está verdaderamente cansada.
El nuevo alcalde deberá tomar los toros por los cuernos y dedicarse con igual entusiasmo a atender por igual temas complejos y simples. En su agenda deben figurar por lo tanto un acueducto y un alcantarillado que se ajuste a las necesidades de la ciudad para los próximos treinta años, así como la erradicación del charco eterno de la calle 15 en cercanías del Parque de la India.
No debe haber lugar al descanso o a la pausa cuando se trate de resolver problemas grandes o pequeños. Tenemos buenas razones para confiar en el nuevo alcalde de Riohacha. Es un profesional destacado. Una persona decente, un hombre sin cuestionamientos en su vida pública y privada. En fin, un caballero que gozará no solo de la legalidad que le da su credencial de alcalde sino de la legitimidad que le da el amplio respaldo de los electores y la pulcritud de su comportamiento. El doctor Curiel tiene ante sí el reto inmenso de salvar a Riohacha: Un paciente gravemente enfermo a quienes algunos consideran, incluso, en etapa terminal.