lunes, 30 de noviembre de 2009

La desalarización en Colombia

Por: Amylkar D. Acosta M

Una vez más, como todos lo años por esta misma época, se sientan en la misma mesa patrones, trabajadores y gobierno con la frustránea intención de concertar el reajuste del salario mínimo de cara al 2010. Se trata de la Comisión permanente de Concertación de políticas laborales y salariales, la cual ha terminado por convertirse en un burladero para los trabajadores.

Y no lo decimos a humo de paja, es que en los últimos tres años la fijación del salario mínimo se hizo a través de decretos, el último de ellos el Decreto 4868 del año pasado lo reajustó en el mismo porcentaje de la inflación causada el año anterior (7.67%), pasando de $461.500 a $497.000, que es el que rige actualmente. Los empresarios, secundados por el gobierno, siempre han tenido una buena disculpa para sus reticencias al momento de negociar el salario mínimo, el año pasado fue la revaluación del peso y esta vez el caballito de batalla es la recesión de la economía, que para otros efectos el gobierno se niega a aceptar que existe.

Al explicar el magro reajuste del salario mínimo el año pasado esto dijo el Ministro de Protección social: “dadas las actuales circunstancias de incertidumbre en la economía mundial y del impacto que esto puede tener en las exportaciones y e el mercado laboral, el gobierno ha tomado la decisión de ser prudente en el transcurso de este año”.

Este año el gobierno anunció con gran efectismo mediático que se anticiparía la discusión del salario mínimo a lo cual se allanaron las centrales obreras pensando con el deseo que de esta manera se posibilitaría arribar a un acuerdo sin la angustia del agotamiento del tiempo para lograrlo.

No obstante, como lo sostiene Cesar Ferrari, director de la Maestría en Economía de la Universidad Javeriana, “lo mejor es que estas negociaciones se hagan en la primera quincena de enero, cuando ya se tienen claras las cifras a tener en cuenta y se puede tomar una efectiva decisión para evitar pagos retroactivos ”. Hasta hace quince años al momento de determinar el salario mínimo se utilizaba como base fundamental la inflación causada; más recientemente se han incorporado al análisis del mismo la meta de inflación para el año subsiguiente y los progresos en productividad.

A los parámetros anteriores algunos analistas consideran de la mayor importancia tomar también en consideración la tasa de crecimiento de la economía, al tiempo que el gobierno y los empresarios coinciden en que no se puede sustraer del mismo la consideración de los niveles de la tasa de desempleo.

Al puro final, el monto del salario mínimo va a depender de la ponderación de cada una de tales variables, de las cuales unas favorecen un alza mayor que otras que militan en la dirección opuesta, en todo caso estará acotado por la inflación y la productividad como piso y el crecimiento de la economía, así como la tasa de desempleo como techo.

Mientras las centrales obreras aspiran a un aumento de 5 puntos por encima de la inflación causada, los empresarios se balancean entre el 3% y el 5%; por su parte el B de la R, celoso con su meta de inflación, recomienda un reajuste que oscile en torno al 3%, una pizca por encima de la inflación causada. Al fin y al cabo en los últimos nueve años la diferencia entre el ajuste al salario mínimo y la inflación causada a sido de un pírrico 1.01%. Al parecer la productividad esta vez no favorece un incremento mayor habida cuenta que según una fuente oficial en 2009 no sólo no aumentó sino que se revirtió en una proporción del 2% .

HACIA UN MÍNIMO DIFERENCIAL Y DIFERENCIADO

No ha faltado quien plantee la necesidad de propender por un salario mínimo diferencial y diferenciado, pues, como lo afirma Hernando José Gómez, Presidente del Consejo Privado de Competitividad, “dadas las grandes diferencias de productividad entre sectores y el muy elevado nivel de desempleo entre jóvenes” . Como lo advierte el ex ministro de Hacienda Juan Camilo Restrepo “el mercado laboral está deteriorado” , lo cual se traduce en la desalarización del trabajo, cada vez más informal y precario.

Si al desempleo abierto le sumáramos el subempleo objetivo o desempleo disfrazado y todos aquellos desanimados que por ello mismo han dejado de buscar trabajo tendríamos que concluir la tasa de la que estaríamos hablando no sería inferior al 24%. Cada día son más los trabajadores “independientes”, por cuenta propia, servicio doméstico, ayudantes familiares, la mayoría de ellos con escasa educación y no cubiertos legalmente por el salario mínimo.

Según el experto Hugo López, en los últimos dos años el desempleo abierto en las 13 ciudades metropolitanas pasó del 11% al 13% y el peso del empleo más precario y resalta el hecho de que los no asalariados sin educación superior pasaron del 34.8% al 40.2%. Es muy diciente que 1999, con todo y recesión, el 18% de los trabajadores urbanos devengaba menos del salario mínimo, mientras que en 2006, cuando la economía estaba en la cresta de la ola del llamado quinquenio virtuoso (2003-2007), ese porcentaje superó el 30%. Es más, en el primer semestre de este año se registraron 7’880.000 trabajadores con menos del mínimo diario devengan al mes 0.37 SM y representaron el 43.6% del empleo.

Con razón el premio Nobel de Economía Stiglitz en su conferencia el pasado 20 de noviembre se preguntaba sobre la paradoja de un elevado crecimiento del PIB entre 2003 y 2007 concomitante con la escasa creación de empleo productivo formal.

Su respuesta fue la misma que ya conocíamos: el crecimiento sin empleo responde a la circunstancia de que cada día es mayor el costo relativo del trabajo, pero no tanto por los altos costos laborales propiamente dichos como se quiere hacer creer, sino merced al abaratamiento de los costos del capital favorecido por las gabelas impositivas y por la apreciación de la tasa de cambio real.

En tales circunstancias, se explica lo dicho por el ex ministro Juan Camilo Restrepo sobre la inconveniencia de elevar los salarios en forma “exorbitante…porque se puede volver como un bumeran para la generación de empleo”. Por ello comparto con Armando Montenegro que en parte “la solución para crear empleo, entonces, está en una reforma tributaria para incentivar la creación de empleo y en una activa intervención en el mercado cambiario para encarecer el dólar” .

INEQUIDAD, CRECIMIENTO Y MERCADO LABORAL

El Director de ANIF, Sergio Clavijo, propone que el reajuste del salario mínimo no sea superior al 3% “dada la debilidad de la demanda agregada” , cuando esta se ha visto afectada precisamente por la pérdida del poder adquisitivo y sobre todo por el empeoramiento de la distribución del ingreso. Según el más reciente reporte de la CEPAL Colombia desbancó al Brasil como el país con mayor desigualdad en Latinoamérica.

No nos cansamos de repetir que Colombia fue el único país en la región que no supo o no quiso aprovechar el quinquenio virtuoso para reducir la inequidad; en efecto, mientras que Brasil bajó su coeficiente Gini desde 0.625 en 2004 a 0.579 en 2008, en el caso colombiano se pasó de 0.57 en 2003 a 0.59.

El gobierno nacional está en mora de implementar las medidas previstas en la Ley 789 de 2002 que reformó el Código laboral flexibilizando el régimen de contratación de la fuerza de trabajo hasta el extremo como “mecanismo contracíclico y de fortalecimiento del mercado laboral…dirigido a las pequeñas y medianas empresas que generen puestos de trabajo a jefes cabeza de hogar desempleados” , refiriéndose al subsidio al empleo. En lugar de ello las políticas gubernamentales han tenido su sesgo a favor de las grandes empresas y siempre en beneficio del capital y no del trabajo.

En la misma Ley se hizo énfasis en la importancia del subsidio al desempleo “como mecanismo de intervención para eventos críticos que presenten los ciclos económicos”, como el actual producto del coletazo de la crisis global.

Como ya lo hemos dicho, el empleo es la primera víctima de esta y será el último en reponerse, de allí la urgencia de implementar políticas tendientes a mitigar sus estragos, sobre todo si tenemos en cuenta que “en contraste con lo que ha sucedido en otras latitudes, en la nuestra no han empezado a soplar los vientos que anuncian una recuperación importante de la dinámica productiva” . Por ello, “son cada vez menos los analistas que creen que la economía logre pasar el año en negro” .

Así las cosas, lejos de pensar en eliminar el salario mínimo para dejarlo a merced de la competencia imperfecta del mercado o de contribuir a la mayor informalidad en el empleo so pretexto de combatirla, se debe tomar en serio la necesidad de una política explícita encaminada a la generación de más empleo y a la estabilización del mismo y ello sólo se puede lograr retornando a la senda del mayor crecimiento de la economía.

Riohacha, noviembre 27 de 2009

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