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sábado, 13 de febrero de 2010

¿En qué quedamos por fin?

Por: Amylkar D. Acosta M.

Una mala causa empeora cuando se la trata de defender

Como era de esperarse, la expedición de los decretos por parte del gobierno dizque para conjurar la amenazada “sostenibilidad fiscal y la estabilidad del Sistema General de Salud” causó estupor y rechazo tanto entre los usuarios del régimen contributivo como aquellos que supuestamente se iban a ver beneficiados con tales medidas, los del régimen subsidiado.

Con la mampara de universalizar el aseguramiento en salud y de paso unificar ambos regímenes, estos terminaron nivelándose por lo bajo y ello provocó la reacción en contra de semejante monstruosidad por parte de unos y otros. A ello se vino a sumar el rechazo categórico de los gremios de la salud y de las asociaciones científicas, a quienes sólo se les escuchó con posterioridad a la entrada en vigencia de los decretos de marras.

Como lo sostienen los investigadores de la Universidad Externado de Colombia Leonardo Cañón, Juan Carlos Cortés y Emilio Carrasco, “las reformas adoptadas en esta Emergencia Social no corresponden a un ajuste estructural del modelo y por el contrario, permiten vaticinar una efectividad temporal, aplazando el debate que en torno al Sistema General de Salud y al Sistema de Seguridad Social, el país debe adelantar” .

EL ESTADO “DE OPINIÓN” EN RETRO

Esta vez el tal Estado “de opinión” se le convirtió al gobierno en una especie de bumerang, pues, la opinión que es casquivana ahora le es adversa y ello tiene confundidos a sus más altos funcionarios y a sus adláteres.

El Ministro de Protección social, Diego Palacio, desvalijado de argumentos, recurrió a la vieja treta de atribuir la polvareda que había levantado con sus dislates a una lectura equivocada de los vitandos decretos. Según él, “uno siempre tiene que reconocer que podría haberse redactado mejor, o que podría haber hecho mejor las cosas, siempre uno tiene que reconocer, pero yo creo que hay espacios para poder avanzar y darle participación como es el espíritu del ministerio a la academia y a los distintos actores” . Es decir, en donde dije digo en realidad dije Diego, así de sencillo!

El Presidente Uribe ha oscilado entre los regaños al Ministro, perdón, a quienes redactaron los decretos y las defensa de los mismos. En pleno Consejo comunal el pasado sábado, no encontró inconveniente en jalarles las orejas, reprendiéndolos públicamente porque "Nos ponemos nosotros a adornarnos con un poco de literatura confusa y lo que hacemos es crear dificultades en la apreciación de los colombianos sobre un tema tan importante como es el tema de la salud. Breguemos a hacer esos decretos reglamentarios como versos de poetas populares, que se entienda…¡Por favor aclaremos eso hombre!" exclamó Uribe.

Pero, al día siguiente estaba defendiendo la “literatura confusa” de los decretos y tratando de pergeñar decretos reglamentarios “como versos de poetas populares” para maquillarlos, no advirtiendo que los decretos ya expedidos por tener fuerza de Ley son de una jerarquía superior a aquellos que los reglamentan. Como nos lo recuerda el ex consejero de Estado Javier Henao Hidrón, “la potestad reglamentaria, considerada por Kelsen como uno de los atributos del ejecutivo, debe desde luego, como lo ha reiterado la Corte, respetar la letra y el espíritu de la Ley”, en este caso de los decretos – leyes.

DURA LEX SED LEX

Para el Presidente Uribe, sólo “Excepcionalmente, en casos muy específicos que están focalizados por la ciencia médica, las asociaciones científicas pueden decir: este estándar es obligatorio, pero aún así el médico se puede separar” . Pero, eso no es lo que dice el Decreto – Ley 131, el cual somete al médico tratante a la férula del Vademécum oficial , el cual no puede derogarse con una simple declaración del Presidente.

Y ante cualesquier litigio ante los jueces ante los cuales le toque comparecer por este motivo, el médico lleva las de perder. La autonomía del médico se ve ahora amenazada por esta espada de Damocles, así él asegure que el “Gobierno no tiene el más mínimo interés de restringir la autonomía de los médicos” .

Eso es pura retórica para la galería. A la pregunta del reportero de “¿Quiénes van a tener que pagar parte de la salud con sus cesantías o incluso con préstamos bancarios?” , él responde sibilinamente que “Pueden hacerlo los estratos cinco y seis” , “nunca los ciudadanos pobres o de ingresos medios” ; aclarando que “habría preferido, y se lo he dicho a las viceministras de Hacienda, que ese tema no entrara en la reforma” , acotando al final que “si eso no queda absolutamente claro, yo soy el primero en pedirle al Congreso que nos ayude derogando ese punto”. Pero, resulta que un principio esencial del derecho es aquél que predica que allí en donde la Ley (léase Decreto – Ley) no distingue no le cabe al intérprete hacerlo.

Un disparate peor es plantear, como lo acaba de anunciar el Presidente, que "mientras el Congreso no lo derogue, no se usa", cuando su obligación es cumplir y hacer cumplir la Constitución y la Ley (lésase Decreto – Ley). Sólo cabría hacerlo por la vía de la excepción de inaplicabilidad de la Ley (léase Decreto – Ley) por ser contraria a la Constitución o a otra norma jurídica, pero este no es el caso.

De modo que está fuera de lugar el anuncio por parte del acorralado Presidente al verse forzado a entonar la palinodia de inaplicar el acápite correspondiente al uso de las cesantías del abominado Decreto 128. Plantear, como lo hace el gobierno a través de un comunicado oficial de la Casa de Nariño, que “para que este punto de la reforma no se aplique, el gobierno se abstendrá de reclamentarlo” , porque no por ello pierde vigencia dicha norma. El gobierno sigue chamboneando, ya que pretermitir, entonces, el cumplimiento de la Ley (lease Decreto – Ley) es prevaricar.

Pero, además, llama poderosamente la atención que el gobierno acaba de convocar al Congreso de la República a sesiones extras, pero sólo para que le tramite una adición presupuestal y apropiar los recursos con destino a la ayuda a Haití y no se incluyó la revisión de los decretos de Emergencia.

Coincido con los investigadores de la Universidad Externado en que, mientras la Corte Constitucional hace su tarea, la cual puede derivar en una declaratoria de inexequibilidad de la Emergencia decretada, “en el actual momento y circunstancias políticas, no será posible abocar una tarea de tal envergadura en la presente legislatura, con lo que corresponderá al nuevo Congreso y al nuevo Gobierno convocar al país para resolver un asunto de interés nacional y un tema que deberá empezar a figurar en primer lugar de las propuestas políticas de los candidatos” .

De otro modo, las autoridades seguirán ramaneando sin ir al meollo del problema que, como ya lo dijimos , pasa por una legislación laboral que favorece la informalidad y el bajo ritmo de crecimiento de la economía.

Lo mismo podemos decir con respecto al Decreto 398 expedido a las volandas, tratando deesembarrar por vía reglamentaria el desaguisado del Decreto legislativo 131, el mismo que restringió el Plan Obligatorio de Salud (POS) al priorizar “la promoción de la salud, la prevención de las enfermedades y las atenciones de baja complejidad, la medicina y odontología general” . Ahora, supuestamente, “se garantiza a toda la población afiliada al Sistema General de Seguridad Social en Salud, el acceso a los servicios de baja, mediana y alta complejidad según los respectivos planes de beneficios” .

Con ello se pretende en vano atemperar los ánimos exaltados y embaucar incautos, pues, como lo afirma el Presidente de la Academia Nacional de Medicina, Gustavo Malagón Londoño, al calificarse la atención de mayor complejidad como prestación excepcional, como lo prevé el Decreto – Ley 128, “ello significa abolir el propósito primordial del aseguramiento, que es precisamente atender los cuadros clínicos de mayor complejidad” .

Ante tanto enredo, no han faltado quienes demanden del Presidente la derogatoria de los decretos expedidos al amparo de la Emergencia Social, pero olvidan ellos que el ejecutivo ya perdió la competencia para hacerlo puesto que las facultades que le otorga dicho estado de excepción fue sólo por treinta días, que son los que se dio el gobierno a través del Decreto 4075 expedido el 23 de diciembre mediante el cual se declaró la Emergencia y por lo tanto se agotaron. Así las cosas, el Congreso de la República recobra dichas competencias, mientras la Corte Constitucional se ocupa del control de exequibilidad de la misma.

CONTRAPUNTEO Y DESMENTIDO

Ante la queja del gremio médico, por considerar inconsultas y lesivas las medidas que se han tomado, el Presidente de la República no tiene empacho en afirmar que “eso fue consensuado, prácticamente lo escribimos en su presencia (de las asociaciones científicas) y yo lo firmé cuando me dieron el visto bueno, y yo estuve en esas reuniones” . En una entrevista con Juan Gossaín al inquirirlo por las declaraciones del Secretario General de la Conferencia Episcopal de Colombia, Monseñor Juan Vicente Córdoba, desmintió a este. Según Monseñor en el marco de la Conferencia Episcopal le habían planteado al Presidente de la República “que no se puede obligar a una persona a usar las cesantías… que no se puede apelar a las cesantías de una persona que ha trabajado toda la vida para solucionar unos problemas de salud que son un deber del Estado y un derecho del ciudadano.

El Presidente nos hizo ver y lo mismo el Ministro cómo este punto lo estaban cuestionando y lo estaban revaluando porque realmente creo que es un punto que no se puede dejar de esa manera” . Le dijo tajantemente a Gossaín que los obispos no le habían dicho eso, que muy seguramente lo habían hablado con el Ministro, pero que con él no . No es la primera vez que el Presidente Uribe incurre en este tipo de contrapunteos, en donde al final deja planteado un dilema, la palabra de él contra la de su interlocutor.

DE ESCÁNDALO EN ESCÁNDALO

Pero, siguiendo al pié de la letra la Ley de Murphy, que dice que todo aquello que anda mal es susceptible de empeorar, cuando la tormenta aún no amainaba, en medio de semejante zafarrancho, surgió un nuevo escándalo, el cual se vino a sumar a los escándalos de Agro Ingreso Seguro (AIS) que sigue dando de qué hablar, al de los falsos positivos y más recientemente a los reveses que le significaron al Presidente sus propuestas de reclutar informantes a sueldo entre los estudiantes, el recorte por parte de los EEUU de más de US $50 millones al Plan Colombia, las explosivas y comprometedoras declaraciones del ex director del DAS Jorge Noguera, los cuales hicieron de la semana anterior un verdadero infierno para el primer mandatario.

Esta vez, a través del noticiero de televisión CM& tuvo el país la primera noticia sobre la feria de contratos de asesoría que se dio en el Ministerio de Protección para la “abstrusa” redacción de los susodichos decretos.

Pero esto no es lo peor, sino que además de lo abultado de la cifra de los honorarios, que hasta ahora superan los $1.200 millones, resulta que quienes fueron contratados estaban incursos en conflicto de intereses, pues tenían sus vinculaciones con las EPS, por lo cual tenían intereses creados y no podían proceder con la imparcialidad y la neutralidad que demandaba tan delicado oficio.

Tanto el Ministro como el Presidente han salido a defender tales asesorías con el socorrido argumento de parte de este último de que "es que esos contratos son públicos y son contratos con todos los procedimientos legales. El Ministerio (de la Protección Social) ha necesitado asesores.

Y los ha contratado transparentemente y de la más elevada competencia” y punto. Definitivamente, ha hecho carrera en este gobierno el aserto del Ministro de Hacienda Oscar Iván Zuluaga en el curso del debate en el Congreso de la República a raíz de otro escándalo, el de los negocios de los delfines: “La Ley es el único standard para decir si el funcionario público cumple con lo que le designó la sociedad…La ética es la Ley” . Esto es, hasta donde llega la Ley va la ética. Apaga y vámonos!

Bogotá, febrero 12 de 2010
www.amylkaracosta.net



lunes, 30 de noviembre de 2009

La desalarización en Colombia

Por: Amylkar D. Acosta M

Una vez más, como todos lo años por esta misma época, se sientan en la misma mesa patrones, trabajadores y gobierno con la frustránea intención de concertar el reajuste del salario mínimo de cara al 2010. Se trata de la Comisión permanente de Concertación de políticas laborales y salariales, la cual ha terminado por convertirse en un burladero para los trabajadores.

Y no lo decimos a humo de paja, es que en los últimos tres años la fijación del salario mínimo se hizo a través de decretos, el último de ellos el Decreto 4868 del año pasado lo reajustó en el mismo porcentaje de la inflación causada el año anterior (7.67%), pasando de $461.500 a $497.000, que es el que rige actualmente. Los empresarios, secundados por el gobierno, siempre han tenido una buena disculpa para sus reticencias al momento de negociar el salario mínimo, el año pasado fue la revaluación del peso y esta vez el caballito de batalla es la recesión de la economía, que para otros efectos el gobierno se niega a aceptar que existe.

Al explicar el magro reajuste del salario mínimo el año pasado esto dijo el Ministro de Protección social: “dadas las actuales circunstancias de incertidumbre en la economía mundial y del impacto que esto puede tener en las exportaciones y e el mercado laboral, el gobierno ha tomado la decisión de ser prudente en el transcurso de este año”.

Este año el gobierno anunció con gran efectismo mediático que se anticiparía la discusión del salario mínimo a lo cual se allanaron las centrales obreras pensando con el deseo que de esta manera se posibilitaría arribar a un acuerdo sin la angustia del agotamiento del tiempo para lograrlo.

No obstante, como lo sostiene Cesar Ferrari, director de la Maestría en Economía de la Universidad Javeriana, “lo mejor es que estas negociaciones se hagan en la primera quincena de enero, cuando ya se tienen claras las cifras a tener en cuenta y se puede tomar una efectiva decisión para evitar pagos retroactivos ”. Hasta hace quince años al momento de determinar el salario mínimo se utilizaba como base fundamental la inflación causada; más recientemente se han incorporado al análisis del mismo la meta de inflación para el año subsiguiente y los progresos en productividad.

A los parámetros anteriores algunos analistas consideran de la mayor importancia tomar también en consideración la tasa de crecimiento de la economía, al tiempo que el gobierno y los empresarios coinciden en que no se puede sustraer del mismo la consideración de los niveles de la tasa de desempleo.

Al puro final, el monto del salario mínimo va a depender de la ponderación de cada una de tales variables, de las cuales unas favorecen un alza mayor que otras que militan en la dirección opuesta, en todo caso estará acotado por la inflación y la productividad como piso y el crecimiento de la economía, así como la tasa de desempleo como techo.

Mientras las centrales obreras aspiran a un aumento de 5 puntos por encima de la inflación causada, los empresarios se balancean entre el 3% y el 5%; por su parte el B de la R, celoso con su meta de inflación, recomienda un reajuste que oscile en torno al 3%, una pizca por encima de la inflación causada. Al fin y al cabo en los últimos nueve años la diferencia entre el ajuste al salario mínimo y la inflación causada a sido de un pírrico 1.01%. Al parecer la productividad esta vez no favorece un incremento mayor habida cuenta que según una fuente oficial en 2009 no sólo no aumentó sino que se revirtió en una proporción del 2% .

HACIA UN MÍNIMO DIFERENCIAL Y DIFERENCIADO

No ha faltado quien plantee la necesidad de propender por un salario mínimo diferencial y diferenciado, pues, como lo afirma Hernando José Gómez, Presidente del Consejo Privado de Competitividad, “dadas las grandes diferencias de productividad entre sectores y el muy elevado nivel de desempleo entre jóvenes” . Como lo advierte el ex ministro de Hacienda Juan Camilo Restrepo “el mercado laboral está deteriorado” , lo cual se traduce en la desalarización del trabajo, cada vez más informal y precario.

Si al desempleo abierto le sumáramos el subempleo objetivo o desempleo disfrazado y todos aquellos desanimados que por ello mismo han dejado de buscar trabajo tendríamos que concluir la tasa de la que estaríamos hablando no sería inferior al 24%. Cada día son más los trabajadores “independientes”, por cuenta propia, servicio doméstico, ayudantes familiares, la mayoría de ellos con escasa educación y no cubiertos legalmente por el salario mínimo.

Según el experto Hugo López, en los últimos dos años el desempleo abierto en las 13 ciudades metropolitanas pasó del 11% al 13% y el peso del empleo más precario y resalta el hecho de que los no asalariados sin educación superior pasaron del 34.8% al 40.2%. Es muy diciente que 1999, con todo y recesión, el 18% de los trabajadores urbanos devengaba menos del salario mínimo, mientras que en 2006, cuando la economía estaba en la cresta de la ola del llamado quinquenio virtuoso (2003-2007), ese porcentaje superó el 30%. Es más, en el primer semestre de este año se registraron 7’880.000 trabajadores con menos del mínimo diario devengan al mes 0.37 SM y representaron el 43.6% del empleo.

Con razón el premio Nobel de Economía Stiglitz en su conferencia el pasado 20 de noviembre se preguntaba sobre la paradoja de un elevado crecimiento del PIB entre 2003 y 2007 concomitante con la escasa creación de empleo productivo formal.

Su respuesta fue la misma que ya conocíamos: el crecimiento sin empleo responde a la circunstancia de que cada día es mayor el costo relativo del trabajo, pero no tanto por los altos costos laborales propiamente dichos como se quiere hacer creer, sino merced al abaratamiento de los costos del capital favorecido por las gabelas impositivas y por la apreciación de la tasa de cambio real.

En tales circunstancias, se explica lo dicho por el ex ministro Juan Camilo Restrepo sobre la inconveniencia de elevar los salarios en forma “exorbitante…porque se puede volver como un bumeran para la generación de empleo”. Por ello comparto con Armando Montenegro que en parte “la solución para crear empleo, entonces, está en una reforma tributaria para incentivar la creación de empleo y en una activa intervención en el mercado cambiario para encarecer el dólar” .

INEQUIDAD, CRECIMIENTO Y MERCADO LABORAL

El Director de ANIF, Sergio Clavijo, propone que el reajuste del salario mínimo no sea superior al 3% “dada la debilidad de la demanda agregada” , cuando esta se ha visto afectada precisamente por la pérdida del poder adquisitivo y sobre todo por el empeoramiento de la distribución del ingreso. Según el más reciente reporte de la CEPAL Colombia desbancó al Brasil como el país con mayor desigualdad en Latinoamérica.

No nos cansamos de repetir que Colombia fue el único país en la región que no supo o no quiso aprovechar el quinquenio virtuoso para reducir la inequidad; en efecto, mientras que Brasil bajó su coeficiente Gini desde 0.625 en 2004 a 0.579 en 2008, en el caso colombiano se pasó de 0.57 en 2003 a 0.59.

El gobierno nacional está en mora de implementar las medidas previstas en la Ley 789 de 2002 que reformó el Código laboral flexibilizando el régimen de contratación de la fuerza de trabajo hasta el extremo como “mecanismo contracíclico y de fortalecimiento del mercado laboral…dirigido a las pequeñas y medianas empresas que generen puestos de trabajo a jefes cabeza de hogar desempleados” , refiriéndose al subsidio al empleo. En lugar de ello las políticas gubernamentales han tenido su sesgo a favor de las grandes empresas y siempre en beneficio del capital y no del trabajo.

En la misma Ley se hizo énfasis en la importancia del subsidio al desempleo “como mecanismo de intervención para eventos críticos que presenten los ciclos económicos”, como el actual producto del coletazo de la crisis global.

Como ya lo hemos dicho, el empleo es la primera víctima de esta y será el último en reponerse, de allí la urgencia de implementar políticas tendientes a mitigar sus estragos, sobre todo si tenemos en cuenta que “en contraste con lo que ha sucedido en otras latitudes, en la nuestra no han empezado a soplar los vientos que anuncian una recuperación importante de la dinámica productiva” . Por ello, “son cada vez menos los analistas que creen que la economía logre pasar el año en negro” .

Así las cosas, lejos de pensar en eliminar el salario mínimo para dejarlo a merced de la competencia imperfecta del mercado o de contribuir a la mayor informalidad en el empleo so pretexto de combatirla, se debe tomar en serio la necesidad de una política explícita encaminada a la generación de más empleo y a la estabilización del mismo y ello sólo se puede lograr retornando a la senda del mayor crecimiento de la economía.

Riohacha, noviembre 27 de 2009

www.amylkaracosta.net