Escrito por:
Johana Paola Martínez
Diógenes, un hombre que ya alcanzaba los 28 años de edad, había crecido en m
edio de escases; desde niño conoció lo que era irse y regresar de la escuela sin poder probar bocado, pero fueron más fuertes las ganas de superarse que cualquier angustioso día en que pudo desfallecer.
A principio de los años 90, el muchacho había logrado terminar la secundaria y se encontraba trabajando en una empresa muy reconocida en el pueblo del que era oriundo; ya no calzaba zapatos rotos, ni se dormía con el estómago fatigado; ahora según las muchachas del pueblo no había diferencia entre el apuesto Diógenes y cualquier actor famoso de la época.
El joven era un excelente líder entre sus innumerables amigos, quienes lo elogiaban y veían en él un vivo ejemplo de imposición del progreso sobre la desdicha.
Lucía fue elegida por Diógenes entre las tantas muchachas que aspiraban al ostentoso lugar que ocuparía su esposa, conformaron un bello hogar en medio de lujos y un círculo de amigos cualificados. Aquel muchacho trabajador que nunca se rindió, se había convertido en uno de los hombres más adinerados de la región, tanto y en tan poco tiempo que todos se preguntaban como lo había logrado, aunque era lo más evidente; pero eso no importaba porque ahora era el respetado “Don Diógenes”, a nadie la interesaba de dónde provenía su inesperada fortuna porque todos se beneficiaban de ello y ¡eso era lo único que tenía importancia!
Aunque el dinero compra casi todo, no alcanza a comprar la dicha, muy a pesar de tener las mejores conexiones “Don Diógenes” nunca imaginó que quedaría al descubierto. Aquel día de mayo, mientras disfrutaba de un placentero domingo entre los amigos que conformaban su gran “Clan; Diógenes fue sorprendido por Policiales, quienes explicándole el motivo de su presencia procedieron a retenerlo, ¡ ya todo se sabía! Y Diógenes pudo experimentar que las cosas que fácil llegan, posiblemente fácil se van!.
Llevaba un considerable tiempo privado de la libertad, se le había iniciado una investigación por lavado de activos y narcotráfico, se encontraba gravemente involucrado, y lo que era peor sus “amigos” se habían alejado, quien sabe si por temor a ser implicados, o simplemente porque “Don Diógenes” ya carecía de aquel poder que a todos atraía.
Fue pasando el tiempo y Diógenes se acostumbró a ver un solo rostro (el rostro de Lucía), quien acudía fielmente a las visitas establecidas para llenar de amor y de fe a su amado esposo. Lucía una mujer Imponente, que había dejado a un lado el temor a Dios por el amor al dinero, había encontrado en la calamidad de su esposo, la oportunidad para tener un encuentro con el único ser que había permanecido fiel en su vida, fiel ¡porque todos se habían ido! . La luchadora mujer se refugió bajo las alas de Dios, y ahora era aquel ser maravilloso quien la sustentaba y le daba dirección.
Había llegado la hora de que Diógenes recibiera una inesperada visita, ya era tiempo de que conociera un rostro diferente al de su esposa; y fue así como aquel desolado hombre en medio de los densos muros que lo separaban del resto del mundo, tuvo un encuentro con Jesús; quien lo restauró, instruyo y le mostro el tesoro escondido del cual gozan los que le buscan de corazón, ese tesoro incomparable a cualquier riqueza material que el hombre pueda tener.
Fueron momentos duros, pero también entendió Diógenes que lo que sus ojos naturales vieron como “la prisión”, una vez hubo conocido la voluntad de Dios para su vida, aquel claustro pasó a ser un lugar pertinente para el comienzo de su liberación, era ilógico pensar como estando en la prisión se podía sentir libre, pero al final; era una de esas tantas cosas que la mente humana no puede entender, pero en las cuales puede creer sin que nada más importe.
Diógenes entendió que aquel distanciamiento del mundo en el que ahora se encontraba, era necesario, porque estando gozando de los deleites que le ofrecía aquella riqueza mal obtenida; era imposible que tan solo por un momento pudiera desviar sus codiciosos ojos de ella para poner su mirada en Dios, sencillamente porque lo que se convierte en lo más importante e inevitable en nuestras vidas representa a nuestro Dios.
¿Pudo haber otra forma de que aquel hombre ambicioso conociera a Dios?, ¡tal vez sí!, pero Dios le plació que fuera de esta forma, así como le ha placido que tu y yo hoy estemos en el lugar y en la situación en la que nos encontremos, buena o mala a nuestro parecer, pero para él su voluntad es agradable y perfecta y debería serlo para nosotros también, porque en cada cual encuentra él una ocasión para afirmarnos en su camino.
Diógenes había perdido todo, sus amigos se habían alejado, pero al conocer a Dios; se dio cuenta que todo lo que había perdido era una carga pesada que le impediría subir al monte alto donde Dios quería llevarlo para encontrarse con él, que él era un águila, y los amigos que lo habían dejado sólo eran codornices que no le permitirían avanzar en el propósito que Dios había establecido para su vida. ¡Así es!
Las Águilas fueron diseñadas para volar con el viento en contra, y ¡muy alto!, y de estar rodeada de codornices se corre el riesgo de que se confundan y olviden su naturaleza, ¡las águilas deben permanecer entre águilas! ; ellas son aves con gran poder y vuelo majestuoso, quienes viven por muchos años, pero al cierto tiempo de vida necesitan sufrir un proceso de renovación; cuando ya sus uñas, su puntiagudo pico y sus pesadas alas se encuentran envejeciendo, el águila tiene solo dos alternativas, la primera es dejarse morir y descansar; y la otra es sufrir un doloroso proceso de renovación.
Es así como el águila emprende un largo viaje hacia lo alto de una montaña y queda allí, en un nido cercano a un paredón, en donde no tenga la necesidad de volar. Después de encontrar ese lugar, el águila comienza a golpear con su pico en la pared hasta conseguir arrancarlo.
Después de arrancarlo, espera el crecimiento de uno nuevo con el que desprenderá una a una sus uñas. Cuando las uñas comienzan a salir, comenzará a desplumar sus plumas viejas. Después de 5 meses, sale para el famoso vuelo de renovación y para vivir 30 años más. Renovación que experimento Diógenes al quedar atrapado dentro de cuatro paredes; donde se desprendió de los recuerdos que le causaron dolor y quedó listo para continuar un viaje de victoria.
Es por esta razón que en el paso por el desierto todos se alejan de ti, se alejan porque estorban, porque no pueden volar tan alto como tú; y lo más curioso es que se alejan porque la situación que estás pasando les asusta, les repugna, tu calamidad causa el mismo efecto del repelente sobre los insectos; ¡ los ahuyenta!, tu tragedia se convierte en un REPELENTE DE CODORNICES, y es lo mejor que le puede pasar a tu vida, porque las codornices a diferencia del águila fueron creadas para servir de alimento, para ser devoradas; las codornices con su pequeño y débil pico jamás podrían atrapar a ninguna presa, pues no es esa su naturaleza; lo que es contrario a la naturaleza del águila quien ha sido diseñada para cazar y apoderarse de su presa, para volar majestuosamente y dominar lo que Dios ha predestinado para ella.
Cuando te quedes solo porque todos se alejen, recuerda que ha sido Dios que ha mandado a salir a todos para TENER UN ENCUENTRO A SOLAS CONTIGO!
Lo que en este momento te preocupa se va a convertir en un trampolín hacía la victoria, ¡Porque a los que aman a Dios todas las cosas le ayudan a bien!
Salmos 25:4,5 “Muéstrame, Jehová, tus caminos; enséñame tus sendas. Encamíname en tu verdad y enséñame, porque tú eres Dios de mi salvación; en ti he esperado todo el día”
Bendiciones,
Paola Johana Martínez Ortiz