miércoles, 16 de septiembre de 2009

Yuravis Isabel, la dama con alma de niña que venció el polio


Por: Alejandro Rutto Martínez

Sola junto a las escaleras

Eran las siete y 15  de una mañana fría y nublada y la clase de psicología clínica  avanzaba con normalidad en el salón 306 del tercer piso de la Universidad. Los estudiantes seguían atentamente las explicaciones de un profesor apasionado y muy comprometido con el tema; los bolígrafos se desplazaban por las hojas olorosas a tinta fresca de las agendas en donde los muchachos tomaban apuntes para compararlos luego con los capítulos de los libros incluidos  en la bibliografía recomendada por la facultad.

Los estudiantes de quinto semestre, la mayoría de ellos mujeres, se caracterizaban precisamente por su disciplina, aplicación y puntualidad. Por lo tanto,  los pupitres se encontraban ocupados… excepto uno. La estudiante que hacía falta se encontraba aún en el primer piso y, al parecer, no entraría a clases en esa oportunidad. Sus ojos miraban a uno y otro lado como si buscara con impaciencia algo o a alguien que no se dejaba encontrar. Sus compañeros se preocupaban por llegar temprano y el profesor también.

Comenzar a las siete en punto se volvió una rutina de aquellos seres humanos vivamente interesados en enseñar y aprender, pero por lo visto, como suele suceder en todo lugar, había una excepción a esta norma de estricto cumplimiento no solo por el mandato del reglamento sino por la cultura adquirida a través del tiempo en que habían permanecido juntos. La joven permanecía al lado de la vieja y muy inclinada escalera y de vez en cuando la miraba como si quisiera superar de un solo envión los noventa escalones que la separaban de su adorado salón de clases.

Y a todas éstas…¿por qué no emprendía la marcha de una vez por todas cumplía su cometido de esa particular mañana de su vida? ¿Por qué no daba sus pasos escalera arriba como lo habían hecho todos los demás? La razón no era difícil de explicar : la joven de la mirada inquieta era Yuravis Isabel, una valerosa sobreviviente del polio que, tras duras y complicadas batallas frente a la enfermedad, había cobrado importantes victorias y ahora se encontraba en su nuevo rol de universitaria, algo impensable en aquellos terribles días en que el mal le fue diagnosticado.

Aquellos terribles días

Rosalinda era una joven madre que junto a su esposo luchaba con empeño por salir adelante. Dios les había regalado cinco hermosas niñas a quienes dedicaban todo su cariño y en quienes invertían todos los años de su vigorosa juventud. Beda Margarita, María Luisa, Tanya, Linda Vanessa y Yuravis Isabel, la más chica de las princesas, eran el todo de sus vidas, la razón de la existencia, el presente y el futuro y la luz que iluminaba su amanecer, sus días, sus noches, sus inviernos y primaveras. Una de esas tardes en que el sol dejaba caer sobre la inmensa pampa sus rayos abrasadores y la niña Yuravis lloraba por el calor, Rosalinda decidió refrescarla con un buen baño bajo la sombra generosa del trupillo de su extenso patio.

Con una totuma mediana ibadejando caer el refrescante chorro sobre la cabecita de la niña, quien le agradecía con su tierna sonsira y su mirada ingenua. De repente la sonrisa desapareció y el cuerpecito quedó rígido en los brazos de la sorprendida madre. La niña ahora estaba inconsciente, su rostro estaba pálido como si toda la sangre lo hubiera abandonado; la fiebre era tan alta que el agua de la bañera había subido de temperatura. En una angustia indescriptible pidió ayuda profesional y los médicos le anticiparon el probable diagnóstico: Yuravis, la luz de sus ojos, la pequeña y traviesa nena de dos años y medio, probablemente había contraído polio, una enfermedad causada por un virus que afecta las motoneuronas de la médula espinal con una alta incidencia en la motricidad.

La rigidez del pequeño cuerpo preocupaba a la amorosa madre, al esforzado padre e, incluso a los diligentes médicos, quienes en poco tiempo confirmaron sus sospechas iníciales: el polio se había instalado en el cuerpo y en adelante sería muy dura la batalla para superarlo. Rosalinda estaba dispuesta a lo que sea por devolver la sonrisa a su hija y a toda la familia.

De manera que si era necesario luchar, ella lo haría hasta donde fuese necesario. Y de verdad tendría que sacar fuerzas de donde no las tenía, pues la niña no podía sostenerse en pie, nio sentarse, ni siquiera sostener una cuchara en sus delicadas manos.

Maracaibo: la ciudad de la esperanza

Maracaibo ha sido por muchas razones la ciudad de la esperanza y, especialmente los wayü, quienes no reconocen la arbitraria línea divisoria trazada por los dos países. Por eso fue el primer sitio a donde la familia acudió en busca de ayuda y la consiguió en una prestigiosa institución hospitalaria. Allí valoraron a la pequeña paciente y le aplicaron un tratamiento inicial.

La angustia de Rosalinda era muy grande pero en medio de todo sentí la tranquilidad de saber que su retoño estaba en manos de médicos altamente calificados, quienes dieron muestras de profesionalismo desde que se hicieron cargo del caso. Las cosas iban por buen camino pero una cosa era segura: Yuravis y su familia iban a estar en la clínica por largo tiempo. Y lo más angustioso de todo: los familiares no podrán quedarse en la noche porque así lo indica el reglamento de la institución.

Para Rosalinda, acostumbrada a no separarse nunca de su hija y, menos ahora, cuando más la necesita, es un duro golpe. Una noche debajo de la cama Rosalinda y su familia cumplieron durante varias noches la antipática norma. Pero llegó el día en que el instinto maternal pudo más que el respeto a los manuales y, llegada la noche, la amorosa progenitora esperó la hora de salida, hizo el simulacro de que abandonaba la habitación, pero permaneció en ella y, para evadir la acción de los celadores, se acostó debajo de la cama de Yuravis de donde salía esporádicamente para ver el rostro angelical de la niña dormida. Cuando escuchaba a alguien en el pasillo volvía a su “escondite secreto”

Pero el escondite no resultó ser tan secreto ni tan perfecta su artimaña pues en horas de la madrugada fue descubierta por una de las más rigurosas enfermeras quien la amonestó y la exhortó a no incurrir otra vez en semejante falta a los reglamentos.

Traslado a Barranquilla

La noticia de que en Barranquilla, la próspera capital del departamento del Atlántico y ciudad más importante del Caribe existían centros altamente especializados lleva a la familia a trasladarse hasta allá.

En efecto, se inicia un tratamiento prometedor consistente en el uso de modernos aparatos con los cuales se garantiza una terapia de recuperación más acelerada que la obtenida hasta el momento. Poco a poco recupera algún movimiento en las extremidades y ya eso se constituye en un avance grandioso. Yuravis entre tanto se muere de ganas de hacer lo de todos los niños de su edad: ir al parque, montar en bicicleta, correr en patines, nadar en la piscina…pero aún no ha llegado el tiempo y Rosalinda le pide tener paciencia. Y agrega, como si Dios le hubiese regalado el don de la profecía: “Vas a ser una gran mujer. Escúchame bien, vas a ser una gran mujer”.

Y , como para complementar los buenos augurios, su padre, reservado por nnaturaleza, encuentra las mejores palabras de su repertorio para decirle: “Nunca digas ‘No puedo’, esfuérzate, ten paciencia, yo sé que tú te vas a levantar de esa cama” El uso de los pesados elementos terapéuticos tiene un efecto adverso en la columna vertebral y de nuevo aparecen las sombras de preocupación en el rostro de la familia.

Una señora, cuyo hijo se encuentra siendo tratado por motivos similares le cuenta que en Bogotá hay un lugar en donde la niña podrá recibir la atención que necesita en esos momentos.

Y, con un lápiz pálido como la noche vecina, le escribe en un papel este nombre: Instituto de Rehabilitación Franklin Delano Roosvelt.

La ciudad grande fría y desconocida

Bogotá era una ciudad lejana y perdida en la bruma de lo desconocido. De ella solo se tenían referencias por los noticieros de televisión, por los libros de historia y por lo que algunos viajeros contaban a su regreso. Pero de ahí a conocerla algún día…ni pensarlo. Sin embargo, una cosa es lo que se piensa y otra muy diferente es la determinación del destino (con “d” minúscula) y el designio de Dios (con “D” mayúscula).

Una tarde lluviosa y fría, como todas las de la época, Rosalinda llega a la capital colombiana con la firme determinación de lograr la sanidad de los seres a quienes ama con todas sus fuerzas, su alma y corazón.

En el Instituto Roosvelt conocen al doctor Álvaro Silva, ortopedista especializado en columna, una verdadera eminencia en su área de conocimiento, quien amablemente las riñe por el tiempo que, según su examen inicial, se había perdido hasta entonces. Con voz pausada y firme les dijo: “¿Qué esperaban ustedes, un milagro? ¿Por qué no habían venido antes?

Quince cirugías distintas y un solo cuerpo para resistirlas La p pericia del doctor Silva fue conocida una y otra vez por el cuerpecito de Yuranis. En total fueron quince intervenciones las que le efectuó el galeno para recuperar la movilidad de su tronco y extremidades. “La operación más difícil duró 12 horas, entre las 6 de la mañana y las 6 de la tarde y fue la única en que estuvo presente mi papá; después del procedimiento estuve varios días en la Unidad de Cuidados Intensivos.

En cierto momento yo parecía una letra “C”, así de torcido estaba mi cuerpo, pero no para adelante o para atrás, sino hacia un costado. Cada intervención era una osadía de la ciencia, un sufrimiento para mí y un esfuerzo para mi mamá, que se trasladó a Maicao, a trabajar para ganar dinero y costear mi tratamiento. Ella vivía allá pero su mente y corazón estaban aquí.

Por primera vez en la vida nos habíamos separado. Ella vivía en su casa de Maicao y yo en mi casa de Bogotá, o sea en la clínica. Lo que sí recuerdo es que después de cada operación, cuando abría los ojos, lo primero que veía era el dulce rostro de mi madre”. La clínica fue su hogar La recuperación era lenta y después de cada escala en el quirófano se notaba la recuperación. Paulatinamente hubo progresos y la alegría de los profesionales era evidente. La Clínica era su refugio, su hospedaje, su recinto, su hábitat, su colegio y su casa.

De los 6 a los 10 años su vecindario estuvo compuesto por hombres y mujeres vestidos de riguroso color blanco y su aroma era el de los medicamentos y lo antisépticos. Algunas veces sus hermanas llegaron a visitarla y le enseñaron parte de lo que aprendían en el colegio como, por ejemplo, las vocales.

El contacto con las primeras letras le despertó la sed del conocimiento y la llevó a enamorarse de todo lo que fuera el saber. Pedía (mejor, exigía) a sus médicos y enfermeras que le dejaran tareas que ella realizaba cuidadosamente para mostrárselas al siguiente día a sus “maestros”. Uno de los días más felices de su vida A medida que se daban los progresos le permitían salir de la habitación y conocer otros espacios de “su casa”. Uno de los que más le gustó fue cuando la llevaron a Cnetro de Rehabilitación para enseñarla a caminar, pero antes de eso vivió un momento verdaderamente feliz y fue cuando pudo sentarse algunos minutos en la cama.

Ella lo describe así: “Fue una sensación muy especial pues por primera vez desde que tenía uso de razón vi cosas diferentes al techo. Mis ojos estaban acostumbrados a mirar solo en dirección al techo pues permanecía todo el tiempo acostada. El día en que me senté y me pusieron en pie fue muy especial. Fue un gran logro aunque todo lo que hice fue con el auxilio de varias personas, entre ellas, médicos y enfermeras” A partir de esos momentos singulares y tan positivos comienza a desplazarse en silla de ruedas y en muletas. La vida, definitivamente, comenzaba a sonreírle.

El regreso a Maicao

La clínica fue su hogar durante una buena parte de su infancia y quienes la rodeaban le manifestaron todo su amor, pero llegó el día de la despedida, pues la parte restante del tratamiento podría cumplirla por consulta externa.

Así las cosas fue dada de alta y se despidió de con una mezcla de sentimientos en que no faltó la tristeza por los buenos amigos que dejaba; la gratitud por todo lo que había recibido y la alegría por la oportunidad de regresar a la tierra de sus amores en donde el cactus milenario saluda al sol para darle gracias por el sol que ilumina su vitalidad. Y

a en casa hubo la oportunidad de pensar por primera vez en asistir a una institución educativa. En el Colegio Divino Niño fue sometida a una prueba académica y los profesores consideraron que estaba lista para cursar el segundo de primeria. Era un nuevo triunfo para ella pues las vocales y las sumas y restas aprendidas de su hermana, más las tareas presentadas a sus médicos y enfermeras le estaban permitiendo ir a un curso más avanzado de lo que esperaba. La primaria es como un río de aguas tranquilas por el cual navega con paso rápido y firme.

Concluida esa etapa en donde se demuestra a sí misma el maravilloso poder de la tenacidad bien aplicada, pasa a la secundaria. Por razones de vecindad a su casa cambia de colegio y pasa a las aulas acogedoras del Liceo Latinoamericano en donde es recibida como una princesa por sus profesores y compañeros. Y también por su inolvidable rector, Jairo Barrios Reales.

El triunfo ha llegado: hora de elegir profesión

Los días de amargura habían quedado atrás y Yuravis era una flamante bachiller y ahora debía emprender el camino de la universidad porque su sueño era alcanzar su título universitario.

Desde sus días en la clínica había concebido la idea de convertirse en médico por tres razones fundamentales: primero, porque deseaba trabajar en algo en que pudiera servirle a mucha gente, como a ella le habían servido tantos médicos en los penosos días de su enfermedad; segundo, porque ella había pasado buena parte de su existencia en clínicas y hospitales y sentía que ese era el medio en que mejor se desenvolvía; y, tercero, porque una de las personas a quienes más quería y admiraba, su hermana Beda Margarita, acababa de graduarse en esta profesión y deseaba seguir sus pasos.

Sin embargo, en una larga conversación con Beda, a la luz de la luna de la ranchería, su propia hermana la hizo reflexionar sobre sus proyectos: por razones prácticas era mejor que pensara en otra profesión en que también pudiera servirle a la gente. “Imagínate, querida hermanita, atendiendo un parto o una cirugía complicada con tus limitaciones”. A lo cual Yuravis respondió que estaba dispuesta a aprender y adaptarse aunque tuviera limitaciones.

El diálogo continuó y al final, entre las dos, decidieron que lo mejor era que estudiara sicología. “trabajaremos juntas, le dijo Beda. Ya verás como ayudaremos a muchas personas entre las dos. Además, a ti, para ser sicóloga, lo único que te falta es el cartón”

Los días de la universidad

La jovencita, montada en sus sueños y ayudada por las muletas, llega de nuevo a Bogotá, pero no a la institución en que vivió cuatro años, sino a la Universidad Santo Tomás, con el firme propósito de convertirse en una excelente sicóloga. “Bogotá es una ciudad grande y difícil para moverse y me toca enfrentarme sola a mi nueva realidad. La universidad Santo Tomás es una de las más antiguas de la ciudad No hay ascensores y las escaleras son muy inclinadas y sin barandas; los pisos son inadecuados. En ese tiempo no había ninguna facilidad para personas con limitaciones, como yo.

La biblioteca quedaba en un sexto piso y no había ascensor. Para yo ir a la biblioteca tenían que alzarme y, para colmo en mi curso éramos muchas mujeres y solo tres hombres. A esos tres hombres yo no los soltaba (risas) y eran los que tenían que subirme y bajarme cada vez que lo necesitara”.

Su capacidad de expresión, su sonrisa permanente y su propia condición permitía que siempre hubiera personas dispuestas a ayudarla. También recuerda con tristeza algunas personas que con toda sinceridad le decían “No quiero ayudarte”, o simplemente continuaban de largo su camino, como haciéndose los que no la oían y continuaban su camino.

Fue en esos días cuando, con tristeza, aprendió algo que tantas personas saben hoy: “Lo más terrible no es tener una discapacidad, sino sortear con la indiferencia de la gente y la falta de solidaridad. Hay personas que actúan como máquinas y se olvidan de quien, en el camino, necesitan de una ayuda”

Al terminar los estudios realizó su tesis basada en un trabajo de “El concepto de familia para una familia wayûu desde una mirada sistémica constructivista” la cual debió realizar sola porque ninguno de sus condiscípulos quiso acompañarla en las investigaciones de campo realizadas en rancherías de la península.

El 6 de agosto de 2.008, un día antes del cumpleaños de su adorada madre, recibió su título como sicóloga con lo cual alcanzó uno de los mayores logros y vio materializada las ilusiones de tantos años.

A trabajar por la comunidad y por los suyos

En diciembre de ese mismo año se vino a trabajar como capacitadora, a atender pacientes y a trabajar con el título de sicóloga. El trabajo no le era una actividad desconocida pues en vacaciones se venía a La Guajira y acompañaba a su mamá y la ayudaba como secretaria y asistente. Últimamente ha trabajado como sicóloga y capacitadora en las sedes de Uribia, Riohacha y Maicao.

En estas labores se siente plenamente realizada, pues siente que ayuda a personas de todas las razas quienes acuden en busca de apoyo a su consultorio de la IPS Asocabildos en Maicao o a donde quiera que la necesiten. Para complementar sus estudios ha cursado un diplomado en Sicología Clínica y considera que dispone las herramientas para ser una de las mejores psicólogas bilingües de Colombia, pues ofrece sus servicios en español y wayunaiky, la lengua de su pueblo.

Líneas finales

Son las 8 de la noche y todos los asistentes a la iglesia Cristianos, se disponen a regresar a sus hogares después del servicio de ese día.

Todos, menos Yuravis, quien, con el rostro inclinado y los ojos inundados de lágrimas, continúa en su acostumbrada oración de acción de gracias por el milagro recibido en su vida.

Por la pantalla de su mente han pasado uno a uno los momentos más críticos de su vida y también los más agradables. Sabe que tiene un compromiso vital con Dios, con su familia y la gente de su Guajira a quienes deberá retribuirles el milagro que el Creador se empeñó en perfeccionar a través de ella. En unos minutos tomará sus bastones y regresará a casa y descansará para tener un feliz comienzo de día en el que les seguirá diciendo a todos que se esfuercen y superen la adversidad como ella misma lo hizo.

En la mañana llena sus pulmones de aire puro y ve una mariposa de alas anaranjadas salpicadas de puntos negros que se instala en una flor rotundamente roja como la sangre que circula vigorosa por sus venas. El espectáculo es bello pro ella debe irse, sus pacientes esperan por una voz de aliento. La misma que le dio una enfermera de la clínica cuando le dijo: usted es una niña de siete años pero tiene una inteligencia enorme. Un día te levantarás de la cama y vas a tener una historia muy bonita”.

Son las siete y cincuenta de la mañana y llegó la hora de seguir en el papel protagónico de la mejor historia, la historia de su vida.

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6 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente Crónica Primo, está de más calificarla por cuanto todo lo ue usted hace tiene el sello de la excelencia!, soy testigo de la valentía de Yuravis Ruiz, una mujer esforzada y valiente, que venció los mas terribles obstaculos que la vida no pueda presentar; una mujer de la que sólo pueden fluir sentimientos buenos, es de admirar hasta donde
ha llegado, ella limitó las propias limitaciones, no dejó que la vida le diera orden, ¡ella ordenó la vida y se impuso ante las adversidades! ahora que sigue para Yuravis? ahora no hay nada que pueda intimidarla, pues la batalla más grande ya la ha ganado!

Paola Martinez

ARIEL ENRIQUE HUERTAS VALENCIA dijo...

Mil bendiciones para esta entrevista y para quienes participaron en la infancia de Yuravis Isabel Ruiz Aguilar, a quien particularmente aprecio por su gran testimonio de vida, que es un ejemplo para los jóvenes de hoy que tienen un pensar sin un norte claro.
A personas como la Dra Yuravis el dueño de la vida las acompaña siempre y dar lo mejor de si para un excelente futuro.
Ing. Ariel Huertas

Anónimo dijo...

Profe... Simplemente maravilloso. Digna de admirar la lucha incansable que tuvo Yuravis con la vida, y hoy verla como toda una profesional.

BOR.

Anónimo dijo...

UNA HISTORIA DE VIDA MUY CONMOVEDORA QUE NOS LLEVA A PENSAR QUE NADA ES IMPOSIBLE PARA LOS QUE CREEN EN LA FUERZA INTERIOR QUE DIOS NOS REGALO A CADA UNO DE NOSOTROS QUE DIOS TE BENDIGA YURAVIS

ROLANDO SARMIENTO dijo...

excelente ser humano una lecion de vida, es un honor contar con la amistad de alguien como tu mil gracias por existir

Anónimo dijo...

Yuravis Dios te bendiga por la lucha que libraste. Felicitaciones a tu mami ante quien nos toca hacer una reverencia por la forma en que luchó por tí. Cuando leemos esta nota sobre tu vida nos quedamos sin excusas para afrontar la adversidad y sin argumentos para sacarle el cuerpo a las pruebas de la vida.