miércoles, 23 de septiembre de 2009

Agustín Moreno, héroe de carne y hueso victorioso ante la pena y la adversidad



Una cita con el dolor

Era la una de la mañana de un día de julio del 2.005 cuando Agustín sintió ruidos extraños en el patio de su humilde residencia en el barrio Colombia Libre de Maicao. Sin pensarlo dos veces y, con el ánimo de defender a su familia de cualquier riesgo, decidió salir para averiguar qué estaba pasando. Sus ojos quedaron deslumbrados por llamas gigantescas que amenazaban con devorarlo todo. Cada dos segundos se podía oír una nueva explosión y con ella aumentaba la altura de las llamas y el aspecto terrorífico de las mismas anunciaban presagios de muerte y desolación.

Agustín olvidó todo y solo pensó en trasladar a su familia hacia un lugar seguro. Olvidó absolutamente todo... incluso una vieja arma de cacería que llevaba consigo y con la cual esperaba ahuyentar a eventuales ladrones en caso de que fueran ellos quienes originaran los extraños ruidos. En uno de sus bruscos y angustiosos movimientos el arma se disparó y un centenar de pequeños balines fueron a incrustarse en su tobillo y pie izquierdos. Sintió como si mil gruesas y oxidadas agujas trasladaran su carne, sus huesos, sus nervios y hasta su alma. La sangre salía impulsada con la misma fuerza con que salía la tarde anterior el agua del acueducto por un tubo roto situado en la mitad de la calle.

Fue llevado de urgencia al hospital en donde los médicos actuaron de inmediato para sedarlo, detener la hemorragia y recuperar los huesos fracturados.
Sin embargo…

Comienza el drama de una familia

Días después de esta primera operación la pierna y pie afectado continuaba hinchada y adquiría un preocupante color oscuro. Por tal motivo y siguiendo los consejos de un médico amigo la familia decide trasladar a Agustín a un centro asistencial de Barranquilla en donde pudieran aplicarle un tratamiento a los vasos y venas afectadas por el impacto de los pequeños proyectiles. En otras palabras, necesitaba con urgencia el diagnóstico y los cuidados de un cirujano vascular y no solo de los ortopedistas que hasta el momento lo habían atendido.

La cara siniestra de la fatalidad

Cuando la ambulancia había cumplido la mayor parte del tramo en su viaje hacia la capital del Atlántico el conductor perdió el control, el vehículo giró en forma de trompo y luego de dar varios botes fue a dar a la cuneta. ¡Parecía increíble pero la ambulancia se había accidentado!

Todas las personas que viajaban en el vehículo resultaron golpeadas, excepto Agustín, quien salió ileso, si se puede utilizar este término. La enfermera acompañante resultó fracturada en un brazo; el conductor recibió un severo golpe en el hombro; doña María, la líder del barrio tuvo una costilla rota y Delkys, esposa y mano derecha de nuestro héroe tuvo fractura en el pie y escoriaciones en la cara.

En medio del dolor y la confusión los heridos recuerdan como llegaron las ambulancias a disputarse los heridos y poco caso les hicieron sobre su destino final: la Clínica Cervantes. Por cosa s de la “Guerra de las Ambulancias” fueron llevados a otro centro asistencial de Barranquilla en donde los heridos recibieron atención médica. Pero…se perdió un tiempo precioso para salvar la pierna de Agustín. Los médicos le habían dicho que si llegaba en las primeras horas de la mañana tal vez podría tener alguna esperanza. Sin embargo, eran las cuatro de la tarde y aún no llegaba su clínica de destino.


Un diagnóstico escalofriante

Después de superar el trauma de los dos accidentes Agustín tendría que prepararse para las nuevas noticias sobre su salud: esa mañana un médico le daría una noticia definitiva sobre el tratamiento que debería seguirse para salvar su vida. Muy puntual concurrió a la cita en que un doctor, vestido de impecable bata blanca, de edad mediana y de gruesos lentes de marcos negros, le dio una de las noticias más importantes de su vida: sería necesario amputar parcialmente su pierna. La intervención debería hacerse cuanto antes para evitar que la gangrena siguiera afectando su extremidad y, en poco tiempo, afectara su propia vida o, en el mejor de los casos, obligaría a efectuar una amputación aún más dolorosa: probablemente por encima de la rodilla.

Agustín sintió como si el mundo, su mundo, bien organizado y seriamente planeado y vivido, se le derrumbara. A sus 36 años era un padre de familia amoroso, había realizado sus estudios técnicos en mercadeo, tenía toda la vida por delante y estaba comenzando a construir su sueño de alcanzar un título profesional, pues se encontraba matriculado en el primer semestre del programa de administración de empresas en la Universidad de la Guajira.

Lloró amargamente pero sus lágrimas no pudieron cambiar la decisión de los médicos. Era amputar o ahora o amputar (o morir) unos meses después.


El dolor del día después

Eran las 8 de la mañana y Agustín apenas comenzaba a salir de los efectos adormecedores de la anestesia. Le dolía todo. La espalda por los todo el tiempo que había pasado en cama; la cintura por los golpes recibidos en el accidente de la ambulancia; la cabeza por efecto de tantas emociones juntas y…le dolía, incluso, la pierna que ya no tenía pues un equipo de cirujanos y anestesiólogos le habían hecho el extraño favor de cortarle su extremidad tres centímetros por debajo de la rodilla.

En medio de la tribulación casi no pudo escuchar la voz de sus amigos cuando le decían que en adelante debería seguir viviendo y asumir la tarea de luchar con fe y hombría por su futuro y el de su familia. No le agradaba la idea de convertirse en el “mocho” del barrio ni en el discapacitado de la cuadra. Él,  acostumbrado a caminar diariamente de su casa a la Universidad; él acostumbrado a manejar su bicicleta cuando las distancias eran más largas; él, acostumbrado a sus “picaditos” de fútbol entre amigos…. Él no estaba para resignarse tan rápido a moverse ayudado por dos muletas o una silla de ruedas.

Una determinación iluminada por la fe

La determinación de Agustín no tenía límites. Con la misma determinación con la que autorizó a los médicos para que le practicaran la amputación, una vez se enteró que era el único camino para seguir viviendo, se trasladó a Medellín en donde emprendería su proceso de rehabilitación. Con algo del dinero que le reconoció el seguro de la Universidad llegó a la capital de Antioquia una tarde tibia del mes de octubre con el firme propósito de adquirir una prótesis y aprender a utilizarla cuanto antes.

En uno de esos interminables recorridos de un extremo a otro de la ciudad vivió cierto episodio curioso que ahora recuerda con cariño: “Había caminado bastante y estaba cansado, casi vencido por el trajín de la jornada. En eso alguien me tocó el hombro por la espalda y a mí se me hizo raro porque conocía a muy pocas personas. Cuando miré, me di cuenta que era un señor de buen aspecto, bien elegante, como adinerado. Tenía en la mano un billete de veinte mil pesos y me lo extendió para que yo lo tomara. Al principio me extrañó mucho y pensé en rechazar el billete, pero no quise dañarle su deseo de ayudar y se lo recibí”.

En el lugar en que debían ayudarlo, lo recibieron al principio con varias frases que parecían concebidas para desalentarlo. Le tocó oír cosas como “aquí hay personas que han mandado a hacer la prótesis y luego no han sido capaces de ponérselas”. O esta otra: Hay quienes se las ponen y se las quitan enseguida y prefieren seguir sus muletas”

Por fortuna, en la trastienda, alcanzó a escuchar a alguien que decía: “Y también hay algunos que salen caminando”

Mientras estaba en el sitio vio soldados que ya caminaban, y lo hacían bien, gracias a los aparatos ortopédicos. Fue entonces cuando pensó. “Yo soy de los que va a salir caminando”
La primera vez que se puso la prótesis cayó boca abajo, como un boxeador noqueado por los golpes adormecedores de un poderoso oponente. Pero se levantó antes de que concluyera el conteo, siguió ensayando y logró adaptarse a la que sería su compañera de viaje en adelante. En el centro de rehabilitación escuchó por fin algo motivador: “Usted va a caminar antes de lo que esperábamos”

Y cumplió su palabra, ese mismo día la muleta lo siguió acompañando, pero debajo de su brazo, mientras conseguía donde dejarla. De regreso a su lugar de hospedaje visitó algunos establecimientos comerciales, pidió cotizaciones de artículos de manufactura, intercambió teléfonos dejó perfilada la posibilidad de una futura relación comercial.

De regreso a su tierra maicaera sus amigos y compañeros de trabajo y aún sus pequeños hijos se sorprendieron de verlo tan recuperado.

Un poco después de llegar y estudiando sus posibilidades hacia el futuro, visitó a los colegios de su barrio y les propuso venderles los uniformes de diario y de deportes. Los rectores aceptaron y sin dudarlo llamó a sus contactos, quienes le despacharon mercancías por siete millones de pesos sin solicitarle ninguna garantía a cambio.

En esta iniciativa ganó lo suficiente para trasladar del terreno de los sueños al de la realidad la idea que desde hace algún tiempo rondaba en su cabeza: convertirse en dueño de su propia empresa.

Con el dinero ahorrado logra comprar una panadería en el barrio Colombia Libre. Paga la mitad del dinero y se compromete a pagar el resto en cuotas semanales. En poco tiempo cumple su promesa y en adelante se convierte en el próspero propietario de la panadería cuyo nombre tiene un significado parecido a su propia vida: “Renacer”

Una vida dedicada al trabajo y el estudio

Familia, trabajo y estudio son las palabras preferidas hoy en día por el muchacho nacido en el departamento del Cesar que un día llegó cargado de ilusiones a Maicao y que luego rodó por los Llanos Orientales antes de llegar de nuevo a La Guajira para tener una cita con su historia ese 28 de julio del año 2005.

Quien lo ve llegar a la Universidad en su moto o quien lo ve caminar por las calles del barrio Erika Beatriz donde vive o Colombia Libre, donde tiene su empresa, no sospecha que este muchacho emprendedor y visionario, carece de una de sus piernas. Mucho menos lo creerá el que lo ve  conduciendo su bicicleta con pericia y seguridad en los momentos en que sale a comprar los insumos para la fabricación de los más deliciosos panes de la frontera.

Sus pasos son cortos pero firmes y con ellos transita por las calles de piedra y polvo de Maicao, pero sus pensamientos están puestos en el futuro y su mentalidad en el éxito de su familia y el suyo, pues ya se encuentra a punto de recibir su título como administrador de empresas en la Universidad de la Guajira.
Su filosofía de vida es la de alguien a quien la vida le ha dado las más duras pruebas como preparación para el triunfo.


Tal vez por eso habla como todo un experto en motivación:
"En la vida no existen limitaciones y, si trabajamos duro y ponemos nuestras cargas en manos de Dios, siempre encontraremos solución a nuestros problemas y hallaremos el camino para ver realizados nuestros sueños. Yo sé por qué lo digo”
Un mensaje de aliento para quien esté en los brazos del desánimo

4 comentarios:

PAOLA MARTINEZ dijo...

Primo felicitaciones, excelente lección de vida, hay quienes caminan y creen que su caminar es firme por que carecen de tropiezos, pero se equivocan porque no conocen la vida; conocer la vida es conocer asi mismo las bajadas de esta, y poder decir que aunque hay pasos que suelen ser lentos, son los que nos guian por el camino seguro, porque el objetivo no es ser el primero en la carrera, sino llegar a la meta superando cada obstaculo que se presentó en el camino.¡SABER CORRER LA CARRERA DE LA VIDA!

mil felicitaciones. DTB

Raul Tadeo dijo...

Bravo Agustín; por cosas de la vida, yo sufrí un absurdo accidente y aunque no perdí la pierna, si se redujo mi capacidad de movimientos, truncándose una brillante carrera deportiva en la que siempre competí con Alejandro, o sea en el fútbol. Admiro tu valor y comparto tu entereza. Tú y yó somos "colegas" y aunque nadie jamás ha escrito acerca de mi historia,también, gracias a Dios, pude salir adelante. Gracias por tu lección de amor por la vida. Dios te bendiga.

JORGE HERNEY ORTIZ YAGUE dijo...

Dios ha puesto en tu camino dolorosas pruebas, pero tu fidelidad a él y tus ganas de salir adelante te pone de manifiesto que esta situación nunca será un obstáculo para serlo, nada de compasión, eres grande, mira el ejemplo de Tony Mendez entre otros, hasta a un reto de ser grande.
Que Dios te be diga

miller dijo...

dios provee al hombre de sabiduria y mucho mas de esperanza, personas como agustin son las que este mundo nesecita, y demostrar que las discapacidades son solo mentales,l y que el hombre es grande, lo felicito compañeero ´por que yo se lo que estar en esa situación