miércoles, 9 de abril de 2008

El fracaso de las campañas de educación sexual

Por: Alejandro Rutto
La palabra tabú se utilizó durante mucho tiempo para designar aquellas cosas, actividades, gustos y placeres comunes a todas las personas pero de las cuales no se podía hablar en público. Por lo menos no en voz alta. ¿Cuál era el más grande tabú?
La respuesta: No sé. Pero de seguro que el sexo ocupaba un lugar destacado en el escalafón internacional de los más conocidos. De este tema solo hablaban los amigos bajo la protección de la mutua promesa de no revelarle a nadie el motivo de sus conversaciones.
Estaba claro para todo el tema: el sexo estaba reservado para el matrimonio y punto. Pero llegó el momento en que el velo se descorrió y el tabú llegó a su final. La sociedad entera comenzó a hablar de lo anteriormente prohibido y un buen grupo pensó que hablar no era suficiente. En muy poco tiempo pasamos de un extremo a otro.
De la prohibición a la libertad. De las precauciones al desenfreno. De la moderación al libertinaje. De la prudencia a la obsesión. Las consecuencias no se hicieron esperar y entonces los problemas comenzaron a cambiar: ahora no se trataba de jóvenes reprimidos; de lujuriosos asolapados; de contactos clandestinos.
Aparecieron, en cambio, problemas de otro tipo como el inicio de la actividad sexual a temprana edad, el incremento de los embarazos no deseados y, como consecuencia indirecta, la desintegración de la unidad familiar, la consideración de la mujer como un objeto de placer y la alteración del proyecto de vida de los jovencitos involucrados en relaciones sexuales prematuras. En el nuevo escenario el sistema educativo decidió intervenir y se creyó que la mejor manera de hacerlo era implementar campañas envolventes de educación sexual.
El propósito era que los jóvenes conocieran del tema y lo manejaran de la mejor manera. Sin embargo, unos años después, a la hora de las evaluaciones, el balance es bien pobre. La educación sexual hoy, está en deuda. ¿Las Razones? Muchas. Pero una en especial: el sistema utilizado, en lugar de orientar a los jóvenes, le mandó un mensaje subliminal que produjo los efectos contrarios.
Todas las famosas charlas terminaban con la distribución de preservativos. El mensaje que los muchachos (y muchachas) entendieron fue: «Hágalo con quien quiera y cuando quiera, pero póngase el preservativo» Y los jóvenes entendieron el mensaje. Por eso fracasó el sistema.

Lea a Alejandro Rutto en el Observatorio de Medios del Ministerio de Educación Nacional

1 comentario:

Anónimo dijo...

buenas tardes, soy estudiante de mercadotecnia y en estos momentos estoy en platicas con una asociacion civil para ayudarlos con una campaña de educacion sexual donde el mercado principal son jovenes estudiantes de secundaria (14 aprox.), buscando informacion me encontre este articulo, aunque veo que ya tiene un tiempo, aun asi me parecio que el problema era el mismo que menciona, esta asociacion pretende ofrecer condones (y de sabores) a estos jovenes, me parece una muy mala estrategia, quisiera saber si tiene alguna idea mas centralizada de lo que se deberia de hacer para tener en cuenta. gracias